A pesar de la creciente competencia de videojuegos, teléfonos inteligentes y ordenadores, la televisión
sigue ocupando una parte muy sustancial del tiempo libre de los niños:
más de dos horas y media al día. Rendidos a la pequeña pantalla, los
menores entre 4 y 14 años son consumidores leales, aunque menos que los
adultos, cuyo consumo alcanza de media cuatro horas por persona y día.
Los niños tienen a su alcance un aluvión de ofertas. Con el empuje de
la tecnología digital terrestre hay canales para todos los gustos y
edades. Pero, ¿son adecuados todos los programas que consumen?
A menudo, y especialmente en tiempos de crisis, la televisión es la
mejor (y más barata) guardería. Sobre todo para los niños españoles, que
aparecen entre los que más tiempo pasan pegados a pantalla en toda
Europa. Solo los italianos son aún más adictos. En ese país el público
infantil dedica cada día dos horas y 46 minutos a ver la televisión,
según un estudio realizado por Kids TV Report en 2011. Los españoles
consumen ocho minutos menos (dos horas y 38 minutos) y se colocan por
delante de británicos (dos horas y 24 minutos) y franceses (dos horas y
nueve minutos).
Pese al aumento de soportes tecnológicos, con contenidos que viajan
de una plataforma a otra, la televisión sigue siendo una de las
pantallas favoritas de los menores. A medida que aumenta la
digitalización en los hogares, los niños aprovechan las ventajas del
aumento de canales para ver lo que quieren y cuando quieren. Los
expertos observan que se ha producido una “polinización” cruzada entre
la televisión y la web, de tal manera que los contenidos circulan de un
medio a otro como si se tratara de vasos comunicantes.
Además de la TDT,
que ha traído contenidos para todos los gustos, los menores tienen a su
alcance múltiples canales en función de su edad. La oferta se ha
segmentado hasta tales extremos que hay diales temáticos para
preadolescentes, para preescolares e incluso para bebés. En todos ellos
abundan los dibujos animados, el producto favorito del público menudo.
El presidente del Observatorio de Contenidos Televisivos
Audiovisuales (OCTA), Valentín Gómez i Oliver, lamentaba durante la
última jornada sobre Menores, pantallas y ética que los niños españoles
no consuman una “dieta audiovisual” equilibrada. Y exponía que, de la
misma manera que es necesario que aprendan a leer y a escribir, deben
aprender a ver las imágenes. “Es necesaria una alfabetización
audiovisual”, recalcaba. Una tarea que recae en la escuela y también en
la familia.
“El concepto de dieta televisiva es interesante en la medida en que
nos remite a una necesaria alfabetización audiovisual, algo así como la
alimentación de los ciudadanos/telespectadores”, explica Víctor Marí Sáez, profesor de Comunicación y Publicidad de la Universidad de Cádiz.
Autor del libro Comunicar para transformar y transformar para
comunicar, observa que para que exista una buena dieta no basta con el
necesario cambio de actitudes por parte de los
ciudadanos-telespectadores. “Hace falta incidir, entre otras cuestiones,
en las políticas de producción audiovisual implementadas por parte de
los canales televisivos”. Siguiendo con la metáfora de la alimentación,
afirma: “Si en nuestra ciudad solo encontramos establecimientos de fast
food, difícilmente vamos a conseguir esta dieta deseable, por muy buena
que sea la intención del telespectador”.
El profesor Marí Sáez percibe en el panorama televisivo español de
los últimos años una importante carencia en el terreno de la producción
audiovisual de espacios educativos dirigidos a la población infantil.
Achaca este déficit, principalmente, a criterios de carácter
economicista. “Es más barato programar como se hace actualmente que
invertir en productos más creativos, más elaborados, diseñados por
equipos interdisciplinares de expertos en comunicación, educación o
psicología infantil. Lo habitual es encontrarse con programas
contenedores, que se limitan a incluir capítulos de dibujos animados o
de teleseries”. En este terreno, asegura que las iniciativas más
destacadas están en Televisión Española.
Precisamente, la Defensora del Espectador de RTVE, Elena Sánchez,
aprovechó el foro del observatorio para recalcar el papel de la
televisión como agente socializador. De paso, amparó al medio frente a
aquellos que denigran por sistema todo lo que arroja. “No hay que
satanizar las pantallas pero sí estar muy alerta”, dijo.
Algo en lo que todos los expertos coinciden es en que el
niño-televidente no es una prioridad para los programadores de los
canales generalistas. Representan el 8,5% de su audiencia, un porcentaje
demasiado pequeño para gastar energías y dinero, pero que Sánchez
reivindica: “Las televisiones tienen un compromiso con la sociedad.
Deben programar para los ciudadanos, no para los consumidores”.
La dieta televisiva de los menores intentó erradicar a finales de
2004 los contenidos violentos, el lenguaje soez o las imágenes con
referencias sexuales. Fue a través del Código de Autorregulación
que firmaron las principales cadenas y el Gobierno bajo los auspicios
de la entonces vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la
Vega. Seis años después, el empeño ha sido un estrepitoso fracaso.
Aquel código aspiraba a poner coto a la telebasura en los horarios de
mayor consumo infantil. Llegaba después de una oleada de protestas de
las asociaciones de telespectadores. La Fiscalía de Menores no daba
abasto. Una cadena recibió una decena de sanciones consecutivas por
vulnerar el derecho al honor y a la intimidad del público infantil, tal y
como recordaba en las sesiones del OCTA el exfiscal jefe de Menores de
Madrid Félix Pantoja. “Incluso llegamos a plantear la retirada de la
licencia a esa cadena. Fue algo ingenuo”.
Para los más pequeños, ha aterrizado en España Baby TV,
un canal de Fox especialmente creado para bebés. Encuadrado en el
holding audiovisual que abandera la estadounidense Fox, presenta
contenidos pedagógicos pensados para que los padres los compartan con
sus hijos al tiempo que estos aprenden. Dirigida a un público de cero a
tres años, la programación ha sido revisada por especialistas en
educación infantil. Se trata de una propuesta cuyo fin primordial es
“brindar a los padres una herramienta didáctica que les permita
interactuar con sus hijos y aprender jugando”, según Pilar Jiménez,
directora general de Fox International Channels España.
El canal KidsCo va dirigido a
niños de 6 a 10 años y “a sus familias”, puntualiza su consejero
delegado, Paul Robinson, aunque emite una franja preescolar para un
público aún más joven (de dos a cinco años) y también para sus padres o
cuidadores. “Ofrecemos contenidos de calidad, seguros, para toda la
familia, con mensajes educativos y sin expresión de conductas negativas o
violentas”. Entre una y otra franja hay notables diferencias. “La
programación preescolar está diseñada para adultos que ven la televisión
con sus hijos pequeños. Es una mezcla entre programas live-action y de
animación. El contenido provee un entretenimiento educativo con
enseñanzas en áreas como colores y formas, números sencillos, letras del
alfabeto y adquisición de hábitos de conducta correctos”, comenta
Robinson.
En el caso de KidsCo, una psicóloga infantil, la doctora Laverne
Antrobus, del centro Tavistock de Londres, aconseja a los programadores
sobre la manera más apropiada de comunicar con los niños. Todo para que
“encuentren en la televisión modelos positivos, lo que tendrá una buena
influencia en su desarrollo”, añade Paul Robinson, que enumera esos
valores: calidad, educación, diversidad, conciencia medioambiental y
seguridad.
En la TDT, Boing ha cumplido ya su
primer año de vida. La oferta de Mediaset España está orientada al
entretenimiento familiar y distribuye su programación en franjas de
edades. Este curso ha lanzado el programa de producción propia Peter&Jack: The Floating School
para que los niños aprendan inglés. Según los datos que maneja esta
cadena, el 9,8% de los niños (de 4 a 12 años) eligen Boing entre la
oferta de televisión comercial en abierto.
Dentro de la TDT, el canal más visto es Clan,
la oferta infantil de la televisión pública estatal. El año pasado
registró el 3,2% de la audiencia, el mismo porcentaje que en 2010. Este
canal, sin embargo, es el más visto entre un sector de la población: el
de las parejas con hijos pequeños. Un informe de Barlovento Comunicación
precisa que en este segmento demográfico captó el 12% del público,
mientras que La 1, por ejemplo, logró el 10%.
Jelly Jamm, Bananas en pijama, Baby Looney Tunes o My Little Pony son algunas de las series de Cartoonito,
que se ha arriesgado a desarrollar su primera aplicación para el iPhone
con el propósito de satisfacer las demandas de los “nativos digitales”.
La empresa matriz, Cartoon Network, apuesta por los nuevos soportes
tecnológicos con aplicaciones de realidad aumentada protagonizadas por
sus personajes más emblemáticos.
Ante tan abrumadora oferta, ¿existe un control de lo que consumen los
menores? Un informe del Consejo Audiovisual de Andalucía de 2008
detectaba una carencia en las familias andaluzas sobre los criterios
establecidos para regular el consumo televisivo. Solo en la mitad de los
hogares (49,9%) se regulaba lo que se veía. En aproximadamente un 40%
de los hogares de esa comunidad el control de los padres sobre lo que
sus hijos consumían no existía o era muy relajado.
“Por desgracia”, apunta el profesor Víctor Marí Sáez, “en mayor o
menor medida, esta tendencia se mantiene a escala nacional”. De ahí que
crea necesario poner en marcha estrategias de alfabetización audiovisual
para ayudar a los padres a establecer criterios educativos para regular
el consumo televisivo de sus hijos. “Un consumo que, además, se realiza
en un porcentaje importante fuera de la franja horaria de protección a
la infancia, a partir de las diez de la noche, cuando los contenidos que
emiten las televisiones no son los más adecuados para los niños”,
añade. Pero que los menores se enganchen a programas de esoterismo o
vean contenidos pornográficos durante la madrugada no es siempre un
problema achacable a quienes confeccionan las parrillas.
Fuente: El País
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