El aprendizaje
de la lectura ocurre en la infancia y se le atribuyen beneficios para
el cerebro; ahora se ha descubierto en qué consisten y cómo se mantienen
con el paso de las décadas. Leer siempre consigue mejorar la actividad del cerebro,
independientemente de la edad del lector.
Según un estudio del Instituto Nacional de Investigación Médica de Francia, en Gif sur Yvette, aprender a leer
incluso durante la vida adulta, es una experiencia tan importante para
que hace que el cerebro recoloque sus recursos y modifique su
estructura.
Los científicos, dirigidos por Stanislas
Dehaene, escanearon la actividad cerebral de 63 personas adultas
divididas en tres grupos: quienes no sabían leer, quienes aprendieron a
hacerlo de niños y quienes aprendieron de adultos.
En concreto midieron su respuesta cerebral ante textos orales y
escritos, rostros, casas y varias herramientas, mediante imágenes
obtenidas por resonancia magnética funcional (RMf).
Todos los
participantes tuvieron respuestas más intensas ante las palabras
escritas en varias zonas del cerebro que procesan lo que observamos. Las
palabras escritas también provocaron actividad cerebral en partes del
lóbulo temporal izquierdo que responden al lenguaje oral en quienes
saben leer, aunque no en los analfabetos.
La lectura modifica el cerebro
Además
la capacidad para leer perfecciona el procesamiento del lenguaje oral
al mejorar una región fonológica, el ‘planum temporal’. Estos mecanismos
neuronales permanecen capaces de apoyar el aprendizaje durante toda la
vida adulta.
Estos datos coinciden con los obtenidos por el
investigador Manuel Carreiras, del Centro Vasco de Cognición, Cerebro y
Lenguaje en San Sebastián (España), quien descubrió que los cerebros de
los adultos que habían aprendido a leer a edad avanzada tienen una
estructura distinta a la de los analfabetos.
Leer también nos
vuelve más veloces mentalmente y permite que nuestra experiencia
sensorial sea más rica y amplia, de acuerdo al doctor Jeff Zacks,
investigador de la Universidad de Washington (EE. UU.), quien ha
descubierto que para procesar las palabras captadas por el ojo, el
cerebro realiza una simulación, valiéndose de experiencias adquiridas
previamente.
Para el psicoterapeuta José María Sanz, experto en
programación neurolingüística, una terapia complementaria que se centra
en la relación entre las palabras y las conductas, “la lectura rápida
permite una mejor comprensión del texto en menos tiempo, y por lo tanto
puede considerarse una forma de leer más eficiente”.
Para mejorar nuestro nivel de lectura, Sanz sugiere practicar algunos ejercicios,
como “ir subrayando cada línea del texto con el dedo, mientras vamos
leyendo lo que este apéndice marca, con lo cual damos a los ojos un
enfoque concreto a donde apuntar, evitando los las retrocesos de la
vista innecesarios”.
“La lectura lineal, en la que se lee
lentamente palabra por palabra, proporciona una pobre comprensión e
incorporación del contenido leído.
En cambio, la denominada
lectura comprensiva, nos posibilita relacionar y hacer interactuar lo
que ya sabemos con la información que leemos, sacar conclusiones y fijar
los nuevos conocimientos”, señala Sanz.
Para desarrollar esta
modalidad de lectura, destinada sobre todo tareas de estudio,
aprendizaje o elaborar textos profesionales, el experto sugiere “leer el
texto rápidamente para que la mente se enfoque y concentre en toda la
información que está pasando delante de nuestros ojos y el cerebro pueda
procesar estos datos a mayor velocidad y reactivar nuestros
conocimientos previos”.
Fuente: Vanguardia
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